En Panamá siempre tendremos un crecimiento estructural aceptable debido a nuestra economía de servicios, la posición geográfica y el ambiente favorable a la inversión.
Tenemos el aeropuerto más grande de la región, expandido en las tres últimas administraciones. También cinco puertos en ambos océanos más el Canal de Panamá expandido y la segunda Zona Libre de comercio más grande del mundo. Sumado a esto, un turismo creciente basado en compras al detal, playas y diversión.
Analizando estos sectores en su conjunto, representan un porcentaje importante del PIB, sin embargo, su generación de empleo es baja, y la mayoría son controlados por extranjeros, que repatrian sus utilidades. Tenemos un gran crecimiento estructural sin un desarrollo a las grandes mayorías.
Es por eso por lo que el Estado, que representa el 25% de la economía, debe tener políticas sanas de inversión social, leyes cónsonas, flexibilidad migratoria, buena educación y, sobre todo, un sistema judicial que respete la ley y donde no haya abusos ni persecuciones políticas, que se invierta un porcentaje sustancial en educación. Hay que tener un pueblo culto, infraestructuras para tener un pueblo feliz, una mejor salud para que el pueblo viva más tiempo y, sobre todo, un gobierno honesto, que el ciudadano vea dónde y cómo invierte sus impuestos y que existan, sobre todo, pesos y balances entre los distintos órganos del Estado sin interferencia.
Panamá también requiere un Estado promotor de leyes que ayuden a la empresa privada.